Jasa
La personalidad de la localidad de Jasa viene marcada por la gran plaza que preside el pueblo, con unas dimensiones inusuales en el Pirineo, donde el aprovechamiento del espacio y la búsqueda del refugio-abrigo es una constante. Los elementos más singulares de la plaza son la iglesia, el frontón y el crucero que marca el cruce de caminos Aísa-Aragüés. Jasa se escalona sobre la ladera desde la que domina la entrada al fondo del valle, una vez superados los estrechos del Osia.
Su arquitectura civil está muy determinada por el carácter ganadero del valle. Casonas de grandes dimensiones con chimeneas troncocónicas características de los valles occidentales y rematadas con espantabrujas, figuras de animales o símbolos que impiden que las brujas entren por el hueco de la chimenea. Destaca el empedrado de sus calles, característico de la zona, que cubre prácticamente todo el pueblo. En los pueblos ganaderos de montaña el empedrado es casi obligatorio para evitar el barro.
La tradición popular sitúa en Jasa a la Mora del Bisaurín, a donde huyó perseguida por un señor de la zona. La mora (hada) se sentó sobre una piedra de la que comenzó a manar agua hasta que la cubrió por completo. La fuente que allí apareció se llamó la Zamputia, hoy convenientemente habilitada junto a su entorno. En Jasa se conserva el dance de la localidad, estrechamente relacionado con los de valle de Aísa debido a su cercanía: mudanzas de palos, de espedos, de pañuelos, de cintas... Completan una manifestación popular antiquísima y muy variada.
Iglesia Parroquial de La Asunción de Jasa Siglos XIII-XVI
Edificada con mampostería, es el resultado de distintas fases constructivas. La potencia masiva de su estructura medieval puede descubrirse en su nave central. Posee un coro elevado a los pies a modo de tribuna. En el interior se conserva un conjunto de retablos datados entre los siglos XVII y XVIII, que obedecen a la tradición escultórica popular del Altoaragón.